Después de unas cuantas semanas de incomunicación inaudita, quedo en encontrarme con Emma en uno de los paraísos para la autoreinvención (espontánea o inducida): Sephora. Oteo desde la pasarela de la entrada toda la tienda (normalmente es fácil reconocer su 1,80 de estatura) pero ni rastro de ella. Supongo que tendré que pasearme entre las fragancias y las paletas de colores a ver si doy con ella, todo un suplicio... Recorro la tienda de principio a fin y nada. ¿Se habrá marchado ya? Giro para realizar mi vuelta exploratoria al ruedo por el pasillo del otro extremo de la tienda y, de repente, me descubro siguiendo a una chica. No estoy segura que sea ella; sobretodo porque no presenta rastro de la larguísima melena que siempre la había visto lucir. Tampoco reconocía del todo su ropa. Pero pensé que tenía pinta de fotógrafa. Y si hay algo que define a Emma es su fotografía. A veces, mientras exploro su Flickr creo que podría distinguir una foto suya en cualquier parte. Entonces, me voy a The Lonely Walkers y compruebo que, con ver la galería diferencio casi sin margen de error sus fotos de las de su socia Marta a la que le advierto un enfoque mucho más personal que cuando la conocí hace ya dos veranos y cuyas fotos cada vez me parecen más interesantes (¡Bravissimo, Marta!).
La cuestión es que la chica parece fotógrafa y no sé por qué me pongo a perseguirla como si de veras pensara que es Em. "Perdona, andaba buscando a..." "...ti!". No puedo creer lo que veo: un look de lo más trendy a base de unos sencillos jeans combinados con una blusa y blazer ambos en azul marino y un bolso XL camel. Había cambiado su melena por un corte bob tirando a largo para conservar unas estupendas ondas naturales. Sus labios rojos parecen también distintos y en seguida me revela el secreto: se retira las gafas y me señala el eyeliner negro sobre la línea de sus pestañas mientras me explica que ha decidido no renunciar a potenciar nada.
A lo largo de la tarde, me hará entender que la filosofía que termina con el eterno dilema de "¿ojos o labios?" piensa aplicarla también a otros aspectos de la vida y yo me siento encantada con esas fuerzas renovadas y esa redefinición que ha hecho de sí misma en el proceso de dejar de ser la persona que todos esperaban que fuera y empezar a ser quien ella quiere ser. Le explico mi nuevo proyecto con el blog y no sólo me anima sino que me da bastantes pistas para no cesar en mi empeño.
Salía de trabajar, sabiendo que el editorial de hoy sería para ella; por recordarme lo sumamente difícil y necesario de redefinirse ante un proyecto nuevo para encontrar los puntos comunes entre lo que una es y lo que el proyecto en cuestión demanda; para construir algo auténtico y a lo que realmente quieras poner tu firma. Que no requiera casi de firma, porque es parte de lo que eres tú (eso que ella está consiguiendo con sus fotos). Por demostrar que puede que el hábito no haga al monje, pero que una vez el monje es monje sí constituye su carta de presentación y eso no da menos valor a sus votos. A eso le venía dando vueltas cuando, compro el ELLE y leo en el editorial de Marta Michel nada menos que: "...colorete rosa fresco marcando bien los pómulos (justo lo que íbamos a buscar a Sephora), labiales en tonos vino y trazos eyeliner gruesos, largos, bien definidos sobre el párpado y con rabillo (...)medias melenas muy huecas..." ¡Qué contenta se va a poner Emma! No sólo consiguió proyectar la imagen de fotógrafa que pretendía con su recién estrenado estilismo, sino que resulta que ha acertado con las tendencias de la temporada.
Tal vez, después de todo, resulte que siempre es buen momento para redefinirse, y que a lo mejor, así, sin darnos cuenta, el mundo nos da eso que necesitamos para construirnos y sólo es cuestión de abrir los ojos (con una buena máscara de pestañas, eso sí) para verlo.
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